Una mejor comprensión del clima de la Tierra podría provenir de un lugar insólito: la Luna.
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Cuando la luna creciente es apenas una línea cada mes, la frase “la luna vieja en brazos de la joven” describe poéticamente una maravilla de la naturaleza. Esta maravilla muestra la sombra de la Tierra reflejando de luz azulina que llega desde de la Tierra, conocida como “luz cenicienta”, o “brillo de Tierra”.
Los científicos observaron esta luz fantasmagórica reflejada desde la Tierra sobre el lado oscuro de la Luna. Durante las décadas de 1980 y 1990, la Tierra reflejó menos luz solar hacia el espacio. La tendencia se revirtió durante los últimos tres años, a medida que parece que la Tierra refleja más luz.
Aunque no totalmente comprendido, este cambio puede indicar una variabilidad natural de las nubes, las que pueden reflejar el calor y la luz provenientes del Sol. El cambio aparente en la cantidad de luz solar que llegó a la Tierra en los ‘80 y ‘90 es comparable con lo que sucedería si tomáramos todos los efectos de los gases de invernadero desde 1850 y los multiplicáramos por dos. El aumento de la reflactancia desde 2001 sugiere un cambio de magnitud similar en la dirección opuesta.
Unos investigadores del Instituto de Tecnología de Nueva Jersey (NJIT = New Jersey Institute of Technology), Newark, Nueva Jersey, y del Instituto de Tecnología de California (Caltech), Pasadena, California, combinaron datos de nubes obtenidos por satélites de la NASA con registros de la reflactancia de la Tierra sobre la Luna (luz cenicienta). El estudio, financiado por el Programa Viviendo con una Estrella de la NASA, aparece en el número del 28 de mayo de 2004 de la revistaScience.
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“Utilizando un fenómeno inicialmente explicado por primera vez por Leonardo Da Vinci, podemos obtener datos valiosos sobre la reflactancia general de la Tierra e, indirectamente, sobre la cobertura global de nubes”, dijo Phil Goode, un físico de NJIT y co-autor del artículo. Goode es director del Observatorio Solar Big Bear (BBSO = Big Bear Solar Observatory), en Big Bear City, California. “Nuestro método tiene la ventaja de ser muy preciso, y la luz reflejada por grandes porciones de la Tierra puede ser observada simultáneamente”, dijo.
Reportes recientes sugieren que la cantidad de luz solar que llegaba a la Tierra declinó desde fines de los ‘50 hasta principios de los ‘90. Este nuevo estudio sugiere lo opuesto. La superficie de la Tierra puede haber sido más soleada, o menos nubosa, en los ‘80 y en los ‘90. BBSO ha llevado a cabo observaciones de luz solar de alta precisión desde 1994. Las observaciones regulares comenzaron a fines de 1997.
El equipo investigador mejoró un viejo método de monitoreo de luz cenicienta. Compararon las mediciones realizadas desde 1999 hasta mediados de 2001 con observaciones satelitales simultáneas de propiedades globales de las nubes. El registro satelital de nubes de 1983 a 2001 provino del Proyecto Internacional Satelital de Climatología de Nubes, dirigido por la NASA. Comparando estos dos registros, los investigadores utilizaron los datos de las nubes para extender el registro y construir una medición sustituta del albedo (es decir, de la fracción de luz reflejada por un cuerpo o superficie) de la Tierra.
Los datos mostraron un decrecimiento continuo del albedo terrestre desde 1984 hasta 2000. Entre 1995 y 1996, la Tierra se oscureció aún más marcadamente. Los datos eran consistentes con las mediciones satelitales de las propiedades globales cambiantes. Desde 1997 hasta 2000, la Tierra continuó haciéndose más oscura. Los investigadores sugieren, para este período, que los decrecimientos en la reflactancia de la Tierra pueden estar relacionados con el observado incremento acelerado de las temperaturas superficiales globales medias. De 2001 a 2003, la Tierra aumentó su brillo hasta los niveles anteriores a 1995. Los investigadores atribuyeron este aumento a cambios en las propiedades de las nubes.
“Por el momento, no se conoce la causa de estas variaciones, pero implican grandes cambios en el presupuesto radiativo de la Tierra”, dice el co-autor Steven Koonin, un físico de Caltech. “Serán necesarias observaciones continuadas y esfuerzos en la confección de modelos para comprender sus implicaciones sobre el clima”.
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La investigación ofrece evidencia de que el albedo promedio de la Tierra varía considerablemente de año en año, y de década en década. “Nuestra contribución más probable para el debate es enfatizar que se debe tener en cuenta el papel de las nubes en el cambio climático, y hacer notar que todavía carecemos de una comprensión detallada de nuestro sistema climático presente y pasado, lo que impide hacer un modelo confiable sobre los cambios futuros”, dijo Enric Palle, un asociado post-doctoral de NJIT, autor principal del artículo. Pilar Montanes-Rodriguez, una asociada post-doctoral en NJIT, es otra de las co-autoras.
“Aún si la comunidad científica reconoce la probabilidad del impacto humano sobre el clima, debe documentar y comprender mejor los cambios climáticos”, dijo Koonin. “Nuestras mediciones sobre la luz cenicienta que siguen en marcha, serán una parte importante de ese proceso.
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